Sin tratamiento, la tuberculosis lleva irremediablemente a
la muerte, pero la TBC es una enfermedad que se puede tratar y curar, pero es necesario
un diagnóstico temprano (acudir inmediatamente al médico), ya que es una
enfermedad grave si no se sigue el tratamiento adecuado.
El tratamiento se realiza con combinaciones de fármacos
antituberculosos, entre los que se encuentran la isoniacida, la rifampicina, la
pirazinamida, el estambutol y la estreptomicina, haciendo eficaces las pautas
de 10 meses de tratamiento, 6 en la primera fase de tratamiento y 4 meses en la
segunda fase. Los fármacos usados son eficaces pero que tienen efectos
adversos, por lo que su uso debe ser supervisado por un especialista.
La TBC se previene mediante una vida sana e higiénica,
identificando oportunamente a los enfermos y asegurando su curación para no
contagiar a otras personas, principalmente por medio de la vacunación con
vacuna BCG.
La OMS recomienda la vacunación con BCG a todos los recién
nacidos con alta incidencia de tuberculosis, incluyéndola en el calendario
infantil de forma sistemática. Debe administrarse sólo una vez, ya que no está
probada la eficacia de la revacunación. Asimismo, no está recomendada a
personas adultas que vayan a trasladarse a zonas de alto riesgo, pues tampoco
se ha demostrado su eficacia en este campo. No obstante, la OMS recomienda su
administración en niños y jóvenes que vayan a pasar largas temporadas en zonas
de incidencia. La BCG esta contraindicada en personas con sida.
Existe un gran problema con la vacuna BCG, esta vacuna no impide al cien por ciento contraer tuberculosis, debido a ciertas cepas que afectan el cuerpo aun al estar vacunado, y luego de aplicarse la vacuna la persona siempre dará positivo para pruebas no invasivas, lo que da como resultado que si una persona contrae la TBC luego de ser vacunado, se necesitaran pruebes especializadas para poder detectarla, osea más tiempo para el tratamiento.
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